Cultura de justicia
Para desplazar la cultura de corrupción.
Publicidad
Para desplazar la cultura de corrupción.
Las personas conservadoras recalcitrantes, interpretan cualquier reclamo o acción de justicia como una amenaza a sus vidas y al orden del que son adalides. La defensa de los privilegios es una lucha que ha costado muchas vidas. Pese al paso de los siglos, el pensamiento criollo, racista y patriarcal, sigue vigente y se expresa en la actitud adoptada frente a la corrupción por los grupos de poder.
La complacencia, el compinchazgo, el mirar para otro lado, el callar, son actitudes cotidianas que están inscritas en el manual del buen chapín. Hacerse la bestia antes que cuestionar, aceptar resignadamente, dejar pasar, chitón. La crítica es mal vista, se vive como agresión personal, la discusión es banal. Asumir el derecho a expresarse libremente es casi un acto de heroísmo. Ese engranaje de costumbres, ideas, modelos ha sido lenta y fuertemente construido en nuestro subconsciente, al punto de convencer que ser transa es normal, que engañar está bien, que aprovecharse es ser cabrón.
Los símbolos y mensajes que nos rodean, transmitidos por los medios masivos de comunicación, nos sumergen en una cultura basada en la desigualdad, en relaciones de dominio, no de colaboración y equidad. Nos educan para la rivalidad y el odio al diferente, nos preparan para la feroz competencia del sistema. Entre los códigos morales divulgados predomina y nos cubre la aceptación de la farsa, del robo, del abuso, como formas naturales de ser.
La corrupción está presente en los intercambios comerciales, donde los precios son fijados al gusto; en el ejercicio de la coima a funcionarios públicos; en las extorsiones en escuelas y universidades; en el enriquecimiento de las jerarquías de las iglesias y por supuesto, entre las supuestas mejores familias. El chantaje sexual es corrupción. La explotación es corrupción, al igual que la destrucción de la naturaleza. Evadir impuestos, especular, hacer fraude, son delitos que se deben juzgar, no importa quién los cometa. Apañar a ladrones de cuello blanco o justificar sustracciones ilegales es colaborar con el pulpo de la corrupción.
Guatemala podría volver a florecer, y ser un territorio paradisiaco, si las relaciones sociales, económicas y políticas se transformaran para garantizar que los derechos de todas las personas se cumplan por igual. Sería una revolución porque implicaría trastrocar el orden de privilegios y desigualdades actual, por una sociedad enfocada en el cuidado y el bien común.
Una cultura de justicia, que recoja el sentir y la creatividad de los pueblos, que promueva el bienestar colectivo y la vida digna, surge necesariamente desde la crítica a lo que existe, para sembrar lo que deseamos cultivar. Contraponerse a la cultura de la corrupción, es asumir la justicia como forma de vida, desde lo doméstico hasta lo público. Eso nos cuestiona como personas individuales y como sociedad. Por eso decimos que lo personal es político. ¿Queremos seguir ocultando la mugre debajo de la alfombra o hacemos una limpieza a fondo?
Publicidad
La lucha contra la corrupción e impunidad no tiene ideología.
La vigésima jornada de Ligue 1 comienza el sábado (20h00 GMT) con la visita a Montpellier (8º) de un AS Mónaco (4º) que buscará acercarse al podio de la clasificación, en el que Lyon, PSG y Lille luchan por el liderato.
Publicidad