Siempre sentí de una manera confusa y emocional la existencia en Guatemala de una pieza oscura que manejaba el poder. La desconfianza e incertidumbre que eso me causaba a mí y a todos los guatemaltecos que conozco creaba una especie de síndrome: la ciudadanía guatemalteca marcada por el miedo. Yo di por llamarle la pieza oscura. Esa fuerza velada que podía manejar todo desde el abuso de poder. La pieza oscura ha ido tomando forma conforme las sábanas negras que encubrían a los actores, a los procedimientos, a las vinculaciones se hacen explícitos. Los poderes paralelos y clandestinos tienen ahora rostro. También conocemos en detalle sus procedimientos y los vínculos. Para eso fue creada la CICIG, para investigar y definir estas estructuras, desmitificarlas.

Byron Lima, por ejemplo. Un exmilitar, hijo de militares. Incrustado en la médula del poder público. Vinculado a uno de los crímenes políticos más relevantes: no solamente se asesinó a Gerardi. Con el horrendo crimen se intentó silenciar la memoria de lo acontecido durante el Conflicto Armado Interno. La condena de Lima es considerada “injusta” por sus defensores porque, conforme la lógica que ha manejado la pieza oscura, desplazar la culpa siempre fue posible. Hasta un perro podía resultar el asesino, pero no un personaje profundamente incrustado en esa especie de hermandad del mal.

Byron Lima entra a la cárcel, pero no por eso pierde su espacio. Utiliza y es utilizado, como conviene a una articulación mafiosa. El poderosísimo personaje público, prácticamente intocable, en que se fue convirtiendo Álvaro Arzú hace negocios con un presidiario. ¿Por qué? Considera a su pareja y a su suegra tanto como para darles el beneficio de plazas fantasma. Hace negocios con él, vincula a la Municipalidad de Guatemala en eso. ¿Qué empuja a un personaje como Arzú a alimentar estos vínculos? ¿Por qué razón Byron Lima fue asesinado?

El Presidente de la República, sin tanta sofisticación y con menos experiencia, hace lo mismo, de manera más burda. Mete la mano en el erario público sin ningún pudor: recetarse un sobresueldo no le parece mala idea. Las niñas del Hogar Seguro no tenían suficiente comida, ni condiciones mínimas para sobrevivir, pero él puede tener un salario de más de Q200 mil mensuales.

¿Es esto un buen gobierno? ¿Es esto lo que nos merecemos? Y sin embargo, una masa, bastante ignorante e ingenua, defiende estas prácticas. Unos porque se han beneficiado; otros, porque comprenden que esta articulación del poder les da control casi ilimitado sobre el país, al que mantienen estancado. La pieza oscura manipulará, torcerá, hará lo imposible por mantener su mítica magia. La única manera de exorcizarla es someterla a la legalidad. ¿Podremos? ¿Queremos?