Anonimato
Vivimos entre anónimos e ignorantes.
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Vivimos entre anónimos e ignorantes.
Si bien es cierto que la alta cultura, como lo afirmara T.S Eliot, es patrimonio de una elite y que nos guste o no nos guste al igual que la elite las clases sociales son una realidad y es de ese estamento de la sociedad, la elite, que se obtiene la alta cultura. Es necesario puntualizar que no debe identificarse a la clase privilegiada de donde salen todos los miembros de la elite. Debemos aceptar que cada clase tiene la cultura que genera y que le interesa. No podemos esperar una cultura idéntica de la aristocracia y del campesinado, aunque ambas compartan puntos de coincidencia como el idioma, o las creencias, los usos y costumbres. Sin embargo en este siglo XXI nos enfrentamos al fenómeno del anonimato o la ignorancia de la clase dirigente y de los dirigidos.
Priva hoy en nuestra sociedad una ignorancia alarmante de “quién es quién”, cosa que hace pocos años era impensable. Sin ánimos de ofender, me permito preguntar, ¿sabe usted cómo se llama el Ministro de Trabajo, aclarando la Ministra de Trabajo; y quién es el ministro de Energía y Minas?, o ¿sabe usted cómo se llama el Ministro de Gobernación o el Ministro de la Defensa Nacional? Puedo asegurarle que es usted una rara avis, si sabe quién es cada uno de ellos. Hace muy poco todos sabíamos quiénes constituían el Gabinete de Ministros, tal vez no se conocía a uno o dos, pero en general hasta se sabía quiénes eran los Secretarios de la Presidencia. Hoy no. He hecho la prueba preguntando a jóvenes y viejos, a pobres y ricos, cultos e ignorantes y nadie ha sabido el nombre de la mayoría de los funcionarios de gobierno. Claro que hay funcionarios mediáticos que es imposible ignorar, pero la mayoría está en el anonimato.
Este fenómeno va más allá de nuestro ámbito territorial. El anonimato se ha globalizado, salvo que usted sea periodista o funcionario de la Cancillería, veo muy difícil que sepa cómo se llama el presidente de Honduras o el de Panamá, no voy a decirle el de Uruguay o Paraguay. Y si nos aventuramos en otros continentes tal vez se puede conocer a los más importantes, pero nada más. Lo que siempre se llamó “Cultura General” desapareció. Sobre todo entre los jóvenes Millennians que saben de la última App de su teléfono inteligente, que tienen incorporadas las aplicaciones más recientes que van desde Waze hasta Uber pero que seguramente no saben quién es el Presidente del Congreso de la República mucho menos el de la Corte Suprema de Justicia. No les interesa, no les importa. Todos con grados académicos pero es que las universidades han democratizado la educación empobreciendo la cultura del país. Pero a eso nadie le pone atención.
Como sociedad esto debiera preocuparnos, porque si resulta cierto que: “Todo pueblo tiene el gobierno que se merece. Cuando el rey es ignorante, el pueblo acaba en la ruina; cuando el rey es sabio, el pueblo prospera” (Eclesiastés 10, 2-3.) Algo tenemos que hacer para superar lo que estamos viviendo.
Dentro de dos años estaremos en plena campaña electoral y seguramente los jóvenes, que son la mayoría, no sabrán quiénes son los candidatos y los candidatos pueden resultar ser anónimos y eso si es muy peligroso.
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El FBI también ha revelado que dispone de información relacionada con “varias amenazas” no sólo sobre Biden antes de su investidura presidencial, sino también sobre la vicepresidenta electa, Kamala Harris, y la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi.
La Gerencia administra y maneja el negocio, el gobierno corporativo vela porque todo marche bien.
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