La lección de anatomía
Con este renacer de la disección, apareció en el firmamento el: “Elogio al Bisturí”
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Con este renacer de la disección, apareció en el firmamento el: “Elogio al Bisturí”
Llega la buena noticia en la revista Domingo de Prensa Libre: “El Renacimiento de la disección”; en donde se menciona que en Quetzaltenango se desarrolla un complejo proyecto con profesionales y estudiantes de Medicina que se exhibirá próximamente en la ciudad capital. Coordina el Laboratorio de Anatomía del Centro Universitario de Occidente (Cunoc) la doctora Ariadna Cifuentes, con quien colaboran estrechamente varios cirujanos y anatomistas, entre ellos los doctores Mayra Mauricio, Rudolf García-Gallont, Rodolfo Mac Donald Kanter y un selecto grupo de cirujanos vasculares y de trasplantes, ortopedistas, cirujanos plásticos, de rostro, cráneo y cuello. Todo esto regulado por la Ley para la Disposición de Tejidos, y ciñéndose estrictamente a la Ética Profesional.
Ese renacer de la Anatomía nos retrotrae a la mitad del siglo XX, cuando se nos ocurrió a un grupito de bachilleres, ingresar al Anfiteatro Anatómico de la Escuela de Medicina. Ese año de 1949, traspusimos tímidamente el umbral del anfiteatro, encontrando confortablemente acomodados en sendas cajas de metal a una veintena de nobles cadáveres, muertos de muerte natural, y no por atropellamiento o arma de fuego como ahora se acostumbra. Frente al cadáver, el Profesor Mauricio Guzmán, nos mostró con detalle y precisión: músculos, nervios, arterias, tendones y huesos. En ese momento se presentó el poema descarnado: “Palabra que me da miedo / entrar aquí de primero / a este lúgubre anfiteatro / se abre el cajón de hojalata / va emergiendo el cuerpo inerte / apesta a grasa y formol / gabacha blanca el maestro / las manos bien enguantadas / bisturí erinas tijeras/ van disecando los nervios/ músculos arterias venas / no sangra menos se queja / lo atestiguo yo lo vi / es anónima la muerte / es una escuela la muerte / enseña todo la muerte”.
Detrás del nombre del anatomista Guzmán, aparecieron en la memoria los nombres de Molina, Soto, Aguilera, Pierri, Rodríguez Padilla que, con el bisturí enseñaron a muchas generaciones cómo manejar los tejidos vivos practicando con los órganos inanimados de los seres anónimos. Con este renacer de la disección, apareció en el firmamento el: “Elogio al Bisturí”, en el que Werner Ovalle López cantó: “Pero hay una ironía suprairónica / la ciencia necesita de la espada / que es diferente de las militares / porque es sin vaina y porque nunca mata. Esta espada pequeña, casi humana / flor de salud entre la buena mano / tiene un dueño feliz sin uniforme / y sin maldad: se llama cirujano. Esta espada sencilla que da vida”.
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