Gracias a la labor de la CICIG, el MP, unos cuantos jueces valientes y Jimmy Morales, algunos de los más tenebrosos personajes de la política nacional están ahora fuera de escena. El ascenso de Morales al poder representa una apuesta ciudadana para escapar de la pesadilla en que se ha convertido la política nacional en el pasado reciente. Morales tiene la obligación de ser ejemplo de honestidad y de combate sin descanso a la corrupción. En tal sentido, debe tener claro que antes que se conocieran todos los detalles de los escándalos de corrupción era más fácil ganarse la credibilidad del pueblo en cuanto al combate a la corrupción. Cualquier tipo de hallazgo de corrupción hubiera bastado para impactar positivamente a la opinión pública. Ahora que los largos y retorcidos tentáculos de la corrupción han quedado a la vista de todos, que han caído poderosos personajes y se conoce el modus operandi de estas mafias, Jimmy Morales está obligado a intensificar y ampliar la lucha que empezó la CICIG. En caso contrario, corre el riesgo que la ciudadanía considere que no hace lo suficiente para cumplir con su única promesa de campaña.

El malestar de la población contra la política tradicional se ha traducido, en términos operativos, en una demanda para que Morales rompa con los esquemas tradicionales del ejercicio del poder. Nadie espera otra cosa de un candidato que no contaba con un plan de gobierno y con un equipo de trabajo. Por más que ciertos grupos de presión, comunidad internacional y poderosas ONG exijan que el nuevo gobierno adopte sus respectivas agendas, bajo la amenaza de un supuesto riesgo de ingobernabilidad de no hacerlo, Morales debe tener claro que no fue para eso que la población votó por él. No se niega la importancia de mostrar resultados inmediatos en los múltiples campos de acción gubernamental, sin embargo, la prioridad número uno es profundizar el combate a la corrupción. Asimismo, es importante que tenga meridianamente claro que cualquier indicio de corrupción en su gobierno, por más pequeño que sea, puede tener costos insospechados en términos de credibilidad ante la población.