Astor Piazzolla (VII parte)
Piazzolla me ayudó a despedir a mi padre, a mi viejo, chapín y antigüeño.
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Piazzolla me ayudó a despedir a mi padre, a mi viejo, chapín y antigüeño.
Fue en Teatro de Cultura Artística, muy cerca de la Plaza de Consolación, en la Rua Néstor Pestana, que algún miércoles o jueves de la segunda quincena de noviembre de 1988, oí el concierto que el maestro Astor Piazzolla ofreció en la mega ciudad paulistana, por varios meses. Todavía recuerdo con emoción la fuerza interpretativa del maestro Piazzolla, junto a su sexteto, tocando el bandoneón, ese instrumento –una creación totalmente diabólica, como él mismo aseveró–, vestido impecable y totalmente de negro… como el luto que vestía a mi corazón.
Lo recuerdo actuando, no pronunció una sola palabra, pues ese no era el código con el que se comunicaba con el público, su código era la música y el nuevo tango. Recuerdo que el alborotado público paulistano e integrado por muchos latinoamericanos residentes en Sao Paulo, entre los que prevalecían los rioplatenses de Uruguay y Argentina, cuando terminó la primera parte, pedían repetición (bis) de varios temas ya interpretadas por el maestro Piazzolla, como La muerte del Ángel, Buenos Aires Hora Zero, Verano Porteño, Chin Chin, Tristeza de un doble A, Otoño Porteño, entre otras. El público le gritaba pidiéndole temas que no había incluido hasta el momento. Fue el locutor del teatro, que nos informó que se trataba del fin de la primera parte y que se abría un intermedio para boquitas y bebidas para quienes quisieran.
En la segunda parte, interpretó varias de sus composiciones más conocidas, hasta llegar a Adiós Nonino, que fue el climax de su presentación. Mi padre tenía un mes de muerto y yo no había podido asistir a su sepelio, teniéndome que tragar el luto a puro pulmón, acompañado eso sí de grandes amigos brasileiros y guatemaltecos. Piazzolla me ayudó a despedir a mi padre, a mi viejo, chapín y antigüeño. Esa noche, con algunos amigos latinoamericanos, nos perdimos por la noche paulistana, gastándome buena parte de los pistos enviados por mi padrino El Chino Carrera. Yo, como él, esperaba aquella noche, como él lo hizo en varias noches, encontrar “el lucero del alba” como un Balderrama desolado, en la madrugada paulistana. Hoy, estimado lector, que gusta de la buena música, se pueden encontrar en nuestra ciudad varios CD’s de Piazzolla, como aquel del Concierto de Nácar y Live in the Montreal Jazz Festival, entre otros y mejor DVD’s para apreciar el talento de este revolucionario de la música argentina.
A los pocos años de esa dicha que tuve de poder asistir a la inauguración de su temporada paulista, del Néstor Pestana, Astor Piazzolla sufrió un derrame cerebral en París y a los dos años falleció en Buenos Aires, Argentina. En el CD de luxe, Astor Piazzolla, The Golden Age of Tango se anota: “Para cuando Astor Piazzolla murió en 1992, él ya había vivido la controversia y los debates en torno a su reinvención del tango y ya se había convertido en el padre de la música moderna de la Argentina”. Hoy, los recuerdos, a mi viejo que cumple 27 años de fallecido por estos días y al revolucionario de la música argentina. Continuará…
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Los asistentes superaban la mitad de la cuadra.
El Pacto de Corruptos tiene preparada toda la artillería pesada para cooptar a la Corte de Constitucionalidad y así dar jaque mate a la poca democracia y Estado de derecho que nos queda, ¡no debemos permitirlo!
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