Reformas van y vienen
En ningún país civilizado los legisladores tienen obra pública asignada, no la supervisan ni sus empresas la ejecutan como sucede aquí.
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En ningún país civilizado los legisladores tienen obra pública asignada, no la supervisan ni sus empresas la ejecutan como sucede aquí.
Los resultados electorales demuestran la importancia de realizarlas acorde con la realidad social y no con el deseo o intereses de los políticos. En esa perspectiva, hay que incorporar en la reforma de la ley que los partidos que no obtengan en las elecciones un mínimo del cinco por ciento de los votos de los ciudadanos empadronados se cancelen aun ganando curules, sin percibir dinero por voto. Los magros resultados que obtienen algunos es una expresión social de inconformidad legítima, un rechazo a los candidatos, al sistema y lo menos que deben hacer es cambiar la modalidad actual respetando ese derecho, incluyendo el de la abstención que es un porcentaje elevado. Evita además la proliferación de partidos, un negocio mejor que las franquicias de tacos que agudizan la crisis política. Cada cuatro años los aspirantes a la guayaba participan con algarabía sin ignorar que es más fácil pegarle al gordo
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