Tenemos ahora más dudas que respuestas
Las elecciones no dejan certezas.
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Las elecciones no dejan certezas.
Singular sorpresa recibieron los ganadores cantados. La vida es así y ahora están en peligro de extinción. Como le ocurre al jaguar petenero. Aquellos que en su miopía se mofaban de los “pequeños grupos reunidos en la Plaza Central manipulados y sin propuesta”. Cuanta equivocación en la arrogancia. Al punto, de creerse su propia mentira: la adulación de las masas acarreadas; aquellas vivas, las fotos con las patojas, las abuelitas que le abrazaban y rogaban a Dios por el futuro presidente, frenéticos aplausos luego del sorteo de la estufa de cuatro hornillas, a nadie interesaba el discurso, solo los sorteos, ver la chica cumbia y aplaudir y… si además uno sale en la tele. Todo era alegría. Los pobres lo tienen más claro que sus “guías”; en el fondo saben que son aquellos, causa importante de su desgracia. El líder –sin embargo– obnubilado. En su megalomanía retó a sus fieles:
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