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Dice un refrán que “no hay peor ciego, que el que no quiere ver”. Existen ciegos y los que se hacen los ciegos. Los primeros pueden ser ciegos verdaderos o por lesiones tanto en las vías nerviosas y ojos o en el cerebro; y ciegos emocionales, que aunque no tengan lesiones como las mencionadas, hay cosas que no ven. Los segundos, son aquellos que ven perfectamente, pero por intereses personales (políticos, codicia, religiosas, etcétera) se hacen los ciegos, o sea que su intención es engañar a los demás. La frase “cuando el dinero habla, la verdad se calla” la copié del artículo de Manolo Vela Castañeda, titulado Cinismo, de este domingo de elPeriódico.
Es triste, desmoralizador, paralizante, etcétera, que esta forma de actuar se utilice tanto en nuestro país, lo que denota una falta absoluta de humanismo para la población pobre (e insisto, la mayoría indígena o mestiza) que tanto sufren por la carencia de lo mínimo para una vida humana, carencias que han llevado a muchos a migrar indocumentados a Estados Unidos, a pasar tantas penalidades, pero que les permiten ganarse el sustento e incluso enviar remesas a nuestro país, como bien lo describe Marcos Antil en su libro Migrante. Yo pienso como la antropóloga colombiana María Uribe, que los que hacen el mal sin ningún remordimiento o culpa, tienen dos mitades cerebrales que actúan independientemente, o sea que “una no sabe lo que hace la otra”. Porque “parecen ser buenos padres, buenos esposos, buenos religiosos (van todos los domingos a su iglesia)”, pero por otro lado, “son malas personas”.
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“Lo primero que hay que hacer es matar a todos los abogados” – Escena II, Acto IV, segunda parte de “Enrique VI”, de William Shakespeare; cuando “el Carnicero” le sugiere a los pretendientes al Trono “cómo mejorar a la Nación”…
Tuitear sobre violencia muchas veces lleva al acto violento mismo.
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