La escopeta
SOBREMESA
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El día que mi padre llevó la escopeta a la casa enrollada en papel café con cáñamo blanco, nos pusimos felices y brincamos de la alegría: “Papá, papá, por favor enséñanos el violín”, coreábamos mientras subíamos las gradas al segundo piso. Por aquellos días en que mi padre llevó la escopeta, mi tía Lucita compró en el almacén de los chinos dos cajas de linternas con sus pilas, que repartió a todos en casa, para que dejaran de usar candelas durante las noches de apagones, cuando se decía que el Gobierno aprovechaba para sacar a los torturados de sus bartolinas para irlos a enterrar. Pocos días antes de que la tanqueta verde se apostara frente a la casa apuntando con su cañón a la puerta de entrada, el Sulfato, el avión de la United Fruit que hacía correr a todos al inodoro, pasó baleando la casa, porque la nana María
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