Jabón de coche
SOBREMESA
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Hasta mediados del siglo XX fue muy frecuente en Guatemala el uso del jabón de coche para la higiene personal y el lavado de la ropa.
En los albores de nuestra historia republicana, cuando en las casas de habitación no existían los cuartos o salones de baño, las mujeres se bañaban y lavaban el cabello en el segundo patio de la casa, en donde se encontraban las enormes pilas de piedra, dispuestas con dos o más lavaderos, para el lavado de la ropa, los trastes y para menesteres varios, como el aseo personal.
El día dispuesto para el baño, las mujeres se levantaban muy temprano, casi de madrugada, mucho antes que el resto de la casa, ya que el acto del bañarse y de higiene personal era entonces algo privado e íntimo, reservado al ámbito femenino, oculto a las miradas masculinas, al parecer siempre lascivas y juzgonas.
Las mujeres utilizaban un atuendo de baño especial, por lo general un güipil blanco de manta delgada, el cual se compraba en el mercado o se mandaba a confeccionar a la medida. Cubría, de manera holgada, la totalidad del cuerpo de la fémina y llegaba hasta los tobillos. Este gabán no tenía mangas para que se pudieran lavar libremente las axilas, pero era la costumbre restregarse el cuerpo sobre la tela, por recatos enraizados en las oscuridades de la religión.
La acción del baño se realizaba cerca de la pila o a medio patio, a guacalazo limpio, con la ayuda de una palangana de lata, latón o de jícara. Se prefería, por cuestiones de superstición o tradición, que el agua fuera reposada a la luz de la luna, porque se creía que embellecía el cabello y dejaba el cutis terso y suave.
El agua estaba siempre muy fría, y la baja temperatura de la madrugada no contribuía a que estas incursiones sanitarias y de aseo se hicieran con agrado y con frecuencia. Por eso se bañaban poco, hombres, mujeres y niños, “solo los sábados, los días de fiesta y de guardar” decían las abuelitas, quienes le tenían pánico feroz al agua, a los chiflones y a esa situación nebulosa que aún llaman “enfriarse” .
Para la limpieza del cuerpo y del cabello se usaba paxte y jabón. En Guatemala era muy común el uso del jabón de coche; también el llamado Jabón de Castilla y los conocidos como “de olor”, empacados y en barra, por lo general traídos del extranjero, como el jabón inglés, amarillo trasparente de Pears, de olor suave y sugerente a pera, para gustos más sofisticados y pudientes.
El jabón de coche era (y sigue siendo) un producto artesanal fabricado en el país. Su presentación era rústica, sin empaque y en forma de bolas. De olor muy fuerte, a tufo de grasa cocida de coche, y en tiempos de nuestros abuelos y bisabuelos, se fabricaba únicamente con sebo de marrano hirviente, al que se le agregaba, en plena cocción de fuego de leña, una sustancia líquida a base de agua, ceniza blanca de la leña y cal llamada legía.
El jabón de coche era muy apreciado por la gente. Se compraba en el mercado y llegaba a casa empacado en papel periódico.
Se utilizaba para lavarse el cuerpo y especialmente, el cabello porque lo dejaba lustroso, libre de caspa y bichos. Efectivo también para combatir el jiote en los animales domésticos y para el lavado de ropa, ya que según el decir popular, la bola de coche, deja la ropa suave para el planchado.
Cuentan las leyendas urbanas del valle de la Ermita que era frecuente encontrar entre las bolas de jabón grisáceo y tufoso de coche, restos de bodoques de ceniza, y lo peor de todo, digno de una película de terror, restos orgánicos de los pobres marranos: cerdas negras y tiesas de su escasa pelambre y entre la pasta grisácea de la bola, ¡oh sorpresa!, hasta pequeños dientes, uñas o huesitos, restos orgánicos de los difuntos marranos.
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“Tengo una hernia y no tengo dinero para operarme. Vamos a ver si hacemos la casita y un dinerito para poner un negocio”, explicó Iván.
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