“Pot-pourri”
follarismos
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follarismos
Pot-pourri es un vocablo francés que literalmente significa “olla podrida” y que al popularizarse en español y en otros idiomas como “popurrí”, adoptó el significado genérico de “mezcolanza”, que es lo que haré con los temas noticiosos de esta semana.
Duelos: El primer acontecimiento es la noticia de la muerte, hace un par de días, de Leonard Cohen, poeta y cantautor judío canadiense que nos acompañó desde los años setenta con su voz grave y ronca por las estepas, lagos y colinas de la nostalgia. Tuve la suerte de asistir a uno de sus conciertos en París un año después de la caída del Muro, y siempre lo recordaré ataviado con su clásico abrigo de cuero negro y elegante sombrero, haciéndonos brotar inquietantes oleadas de melancolía. Y todavía hoy, en los momentos en que me estrello contra algún muro que nunca falta, escucho alguna composición de Leonard, en especial su Take the Waltz, con letra de Federico García Lorca, y las lágrimas se vuelven entonces más dulces.
Muros: Justamente, este nueve de noviembre se cumplieron 27 años de la caída del Muro de Berlín, uno de los acontecimientos más importantes del siglo XX que marcó el supuesto fin de las ideologías en el mundo y el inicio de una maravillosa era de libertades para los grandes capitales transnacionales, cuyas contradicciones cada vez más flagrantes han llevado poco a poco a muchos países a desarrollar síndromes de proteccionismo nacionalista y a una recomposición de fuerzas políticas proclive a los populismos de derecha, lo que explica el sorpresivo triunfo del republicano Donald Trump en la presidencia de Estados Unidos, con su anunciada amenaza de construir un gran muro a lo largo de la frontera mexicana para impedir la llegada de inmigrantes latinoamericanos. Paradojas y absurdos del sistema: luchar y exigir que se rompan los muros para la circulación de bienes y capitales, pero luego erigir otros para cerrarle la posibilidad de paso a las personas.
Violencias: Hubo, antes de ayer, en nuestra ciudad, violentos encontronazos entre la policía municipal y grupos de vendedores callejeros que reclamaban el derecho a tener un puesto de venta de artículos navideños en la calle peatonal de la sexta avenida. El grado de violencia expresado por ambos bandos fue impresionante. Hubo heridos y destrucción de bienes privados y públicos. Las redes sociales enseguida se alborotaron condenando el hecho, unos intentando comprender la violencia de los vendedores y otros subrayando la necesidad de que se respete la ley, cueste lo que cueste. Yo opino que lo sucedido muestra el grado de descomposición y de incomunicación general casi irreversible –de ingobernabilidad, podríamos decir– que hay en la sociedad, pero no solo entre estratos y grupos sociales distintos, o entre instituciones y gobierno, sino incluso entre personas o individuos. Somos una sociedad realmente esquizofrénica, donde la norma es la disociación lógica entre sus componentes: nadie escucha a nadie y, si lo escucha, no lo entiende. Si mezclamos la ausencia de conciencia cívica y la no-cultura del diálogo, con la inexistencia de oportunidades sociales y el predominio de la anomia, de la sordera y de la afasia, tendremos un campo inmensamente fértil cuyos frutos serán la explosión de la violencia psicótica, desbordada e imparable, por todas partes. Si nuestra historia ha sido un interminable ping-pong de intolerancias e iniquidades, de prepotencias y de impotencias, hace falta apenas una pequeña chispa, un pretexto cualquiera, para que el idílico pesebre se incendie y despertemos, súbitamente, sin saber qué hacer ni qué pensar.
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La salud de la democracia demandará reformas profundas.
El presidente electo Joe Biden debe dejar que la justicia estadounidense siga su curso respecto a Donald Trump, exhortó este miércoles la oenegé Human Rights Watch (HRW), para la cual cualquier intento del nuevo mandatario de pasar página para unificar al país sería “un error enorme”.
El plan incluye aumentar los pagos directos a los ciudadanos.
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