César Brañas
Viaje al centro de los libros
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Viaje al centro de los libros
El poeta antigüeño César Brañas nació el 13 de diciembre de 1899, y digo poeta porque es el autor de una bella elegía a la muerte de su padre titulada Viento Negro, obra singular que sobrecoge como el ulular mismo de la muerte. El poeta fue tímido, ausente y recalcitrante, sumergido en sí mismo, lector y comprador compulsivo de libros. No se reprodujo sino en la creación literaria, y edificó una inmensa biblioteca en la que aún abrevan investigadores internacionales. Dirigió la página editorial del memorable diario vespertino El Imparcial, pero la mayor parte de su tiempo se mantuvo voluntariamente escondido, en silencio, al alcance solo de invitados escogidos, fiel al título de una de sus obras poéticas: Jardín murado. Fue un hombre enigmático que aprendió a vivir como El niño ciego de su poema.
Los poetas extrovertidos nacen en otras latitudes, en ciudades con casas abiertas, sin llave, desnudas. Brañas expresó el sentir nacional en sus libros tristes, porque es como música de marimba o una pausa de versos en latín escritos por Rafael Landívar.
Las editoriales le fueron evasivas. Obsequiaba sus obras autopublicadas a sus amigos, y repartía generosamente copias entre jóvenes poetas que se acogían a su sombra, que lo admiraban como al maestro local. Su obra extensa no se difundió masivamente, en lo que tuvo que ver su humildad o miedo, porque se asustaba con los casos patéticos de tantos autores nacionales que veía a su alrededor haciendo el ridículo.
César Brañas vivió entre cuatro paredes, alejado del glamour de las ciudades cosmopolitas que visitó de joven y en las que no quiso quedarse. Murió después del terremoto de San Gilberto en 1976, regando las flores, afectado por el movimiento telúrico que derrumbó los libros de sus estantes, quitándole el equilibrio a su vida.
Brañas es nuestro poeta desconocido del siglo XX. El Ministerio de Cultura publicó el conjunto de su obra poética, y tardíamente se difundieron sus Diarios de un Aprendiz, obra en la que trabajó por 30 años, y publicó en pequeñas entregas, que arrancaron bajó el sello ficticio de Frontera no vigilada. Al respecto de su vana tarea, escribió: “Piensas escribir un libro. Sueñas con un libro tuyo, mira las montañas de libros por nadie leídos, y sé humilde. ¿Para qué un libro más sobre la tierra?”
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