La columnista
lucha libre
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Era muy pequeña cuando comencé a leerla. Sus artículos aparecían en la mesa y generaban murmullos en la casa difíciles de descifrar para una niña. Me gustaba verme reflejada en las historias que narraba. Encontraba anécdotas que se me hacían muy cercanas pero que le sucedían a Gracia María, una niña colocha, molestona y pecosa como yo. Un día descubrí que la columnista era mi propia madre que firmaba con el seudónimo de Rosalía de Álvarez. Ese anonimato le permitía una libertad al escribir, que en los años ochenta no era común tener. Escribía sin pena de sus enredos domésticos o profesionales, de sus dudas feministas, de la familia, del amor y del sexo. Mi madre dejó de publicar a principios de los noventa. En CIRMA y en la Hemeroteca Nacional logré rescatar muchos de sus artículos con el sueño de publicarlos en un libro. Releyéndola descubrí que
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