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Cuando Ivan Rudniev, miembro del equipo del opositor ruso encarcelado Alexéi Navalni, vio que miles de manifestantes salieron a la calle para protestar en Perm, pese a una temperatura de -20 °C, se dio cuenta de que algo estaba cambiando. En esta ciudad industrial de los Urales rusos, entre 5.000 y 8.000 personas desfilaron el 23 de enero en apoyo al opositor. Aunque parezca poco para una ciudad de un millón de habitantes, es un récord «en la historia moderna de Perm», aseguran los medios locales. Rudniev sintió que algo ocurría. «La gente nos escribía para decirnos que vendría a la manifestación, pedía detalles», cuenta a la AFP este joven de 27 años, en ausencia del líder opositor local, actualmente en la cárcel. Escenarios similares se produjeron en todo el país: de Yakutsk en Siberia, con temperaturas de -50 °C, hasta la península de Crimea, anexionada por Rusia en 2014,
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