«Pensaba que iba a morir. Había ratos que me ahogaba tanto que no reaccionaba», musita con un hilo de voz Rosa María Fernández, una paciente española de COVID-19 que, a sus 71 años, tiene que aprender de nuevo a vivir. «Estaba muy mal, muy mal, muy mal… Estaba más para allá que para acá. Parece que Dios me ha dejado un poco de tiempo», explica sobre el mes que estuvo peleando por su vida en los cuidados intensivos del hospital Gregorio Marañón de Madrid. «Me ha pasado la muerte», insiste esta mujer, que recuerda esas semanas como «vivir en agonía». Todavía muy débil, Rosa ha recorrido un largo camino desde que fue ingresada de urgencia en el hospital el 6 de marzo, días antes de que las infecciones se dispararan en España, que acumula cerca de 29 mil defunciones por la pandemia. Como muchos pacientes con COVID-19, estuvo profundamente sedada