Pulmón de la capital venezolana, El Ávila se convirtió en salvación para muchos caraqueños hartos de la ausencia de agua, pues los cortes de energía eléctrica impedían el bombeo hasta los tanques de las viviendas. Y ya el racionamiento era común antes del apagón. Desde hace más de una semana no ha llegado una gota de agua a la casa de Nicolás Álvarez, un jubilado que habló con la AFP a un costado de Quebrada Quintero, uno de los manantiales y cascadas que cruzan el cerro entre abundante vegetación. «Son alrededor de ocho o diez días, más o menos, que tenemos problemas (…). La escasez ha sido grande», lamentó Nicolás. Unos chicos jóvenes, con pantaloncillos cortos, recolectaban muy cerca agua en botellones en un chorro que caía desde el filón de una piedra. A manera de ducha, otros aprovechaban para refrescarse. Algunos que lavaron ropa, colgaban sus prendas de ramas