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A principios de este mes se nos dijo que nuestro momento de “pásame las palomitas” (quiero decir, nuestra vieja pesadilla nacional) finalmente había acabado: que el candidato presidencial Donald Trump implosionaría ahora que se había atrevido a cuestionar el heroísmo del senador republicano John McCain. Pero mírenlo, sigue aferrado a un estatus de contendiente de primera para la nominación republicana. ¿Cómo es posible? La respuesta corta es que la gente del Beltway confundió (no por primera vez) sus propias percepciones con las de los votantes reales. Adentro de este pueblo, el señor McCain es una personalidad sagrada. Luego de todos estos años de ideólogo convencional, sigue siendo percibido como McCain el Inconformista. Y pese a su belicismo, se le sigue considerando un hombre sabio en lo que respecta a seguridad nacional, y es una presencia casi constante en los programas de invitados de los domingos. Por tanto, los
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