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Aunque parezca un fenómeno asincrónico, en términos prácticos, el anticomunismo se mantiene como elemento ideológico dominante del estado contrainsurgente guatemalteco. Discursivamente, logra neutralizar cualquier esfuerzo de cambiar nuestra emproblemada democracia al tildarlo de radical e inquietante. En una cultura política donde la corrupción se ha normalizado e institucionalizado, el anticomunismo ha fungido como motor encubierto en campañas que buscan deslegitimar cualquier intento de denuncia sobre los atropellos que actualmente vivimos en nuestra débil democracia. Dada la creciente criminalización a operadores de justicia, que muchas veces ha resultado en el exilio, se vuelve vital realizar una revisión de los orígenes de…
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