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Estar bajo las sombras de las jacarandas en este verano me llamó. Fui al parque. Pasé por los senderos jardinizados angostos. El lugar brindaba un aire cálido, fresco, pacífico. Por allá unos columpios rechinando. Por acá, en el suelo, un avioncito pintado con yesos hace dos días. Imponentes jacarandas hacían sombras con sus hojas compuestas y sus características flores moradas. El lugar me daba una cálida bienvenida después de soportar las truculentas prisas de la ajetreada vida urbana. La bruma dorada de la tarde húmeda se disipaba. El sonido de las copas de los árboles bailando en el viento se…
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