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Si uno pidiera consejo sobre cómo mejor conducirse en este irrepetible viaje que es la vida, de seguro recibiría más respuestas que arenitas tiene el mar y pelos tiene una cabra. Cada quien tiene la suya (una opinión, no una cabra) y el bagazo abundaría. Yo tuve la suerte de ser inducido de joven en la lectura de un maestro de vida que, si traigo a colación aquí, es porque, casi al cabo de ese viaje, puedo constatar la certeza de sus juicios. He escrito y hablado sobre él a menudo, pero me gusta insistir de vez en cuando sus siempre actuales sapiencias por lo que puedan ayudar a otros. Se llamaba Baltasar Gracián y era un jesuita rebelde que sufrió persecución, privación de cátedra y encierro por sus superiores, a quienes llamaba padrastros. Se le prohibió escribir y hubo de publicar sus obras con seudónimo para eludir la censura.
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