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Guatemala afronta una amenaza sin par; el desbordamiento social, azuzado desde el oportunismo; la inviabilidad como nación, desde los cerebros marchitos por la desnutrición de la mitad de nuestros niños, cuyo impacto avasalla a la misma proporción de adultos… y la pérdida de la ya agonizante estabilidad económica. Todo ello por la corrupción e incompetencia, más que obvia de los “servidores” públicos. Es su responsabilidad y más aún, de quienes los pusieron allí (no fueron los votantes), pero lo importante ahora es convencernos de que el modelo funesto del Estado como botín, es insostenible y evitar el hundimiento irremediable del triste barco llamado Guatemala. No hay tiempo de chapuces, parches, demagogia o circo; la corrección presupuestaria debe venir –obligadamente– en los egresos, reduciendo los gastos administrativos del Gobierno, en un mínimo del 25 por ciento, equivalente a Q15 millardos. Para todos los que tuvimos que lidiar con este complejo año,
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