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Desde muy joven, escuché la consigna “¡Un pueblo unido jamás será vencido!”, siempre vinculada a movimientos populares; eran los tiempos en que Cerezo aún no había comprado a los sindicatos, ni asociaciones estudiantiles. Cuando niño, creciendo en el hoy “Centro Histórico”, fui testigo de muchos enfrentamientos entre grupos antagónicos, a los regímenes militares que actuaban con rigurosidad, para reprimir cualquier intento de levantamiento; el Pelotón Modelo y el olor a bomba lacrimógena, eran cosas cotidianas, en aquella Guatemala y el –después denominado– “Paraninfo” escenario de creativas y valientes huelgas de dolores, de muchachos idealistas, asediados por orejas y susto. Años violentos, con abusos y excesos de las dos partes del conflicto… y muchos jóvenes incautos cruelmente utilizados. Las víctimas –los mismos de siempre– la gente que quería crecer intelectualmente en las aulas o trabajar con tesón, sin inmiscuirse, en la fea guerra, de la cual Guatemala, era solo un territorio
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