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Una de las tesis más controvertidas del liberalismo hoy es que, por primera vez en la historia de la humanidad, los países pueden elegir ser pobres o prósperos. Nunca antes aquello fue posible, porque la prosperidad dependía siempre de la cantidad de recursos con que contaba una nación, de su situación geográfica y de su fuerza militar. Pero en el mundo globalizado de nuestro tiempo, se sabe perfectamente cuáles son las políticas que crean empleo y fortalecen económicamente a un país, y las que lo empobrecen y hunden. Los casos antinómicos de Venezuela y Alemania podrían servirnos de ejemplo. El caso de Venezuela es sabido por todo el mundo. Era uno de los países más ricos del planeta, porque, resumiendo, se trata de un inmenso lago de petróleo y otros minerales, que no hace muchos años atraía una inmigración gigantesca, para la que sobraba el trabajo, y el país progresaba
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