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Que sabor tan agrio a tristeza, plantea este año el aniversario de la independencia… que nunca fue; hace un año pensé que Guatemala no podría empeorar. Para quienes amamos esta tierra, nos desgastamos estando pendientes de la fea realidad y denunciándola, mientras producimos, contra viento y marea, este año, es por mucho, el más infausto de nuestra pálida “época democrática”. Las banderas, las odas a la patria tienen olor a engaño reiterado, a demasiadas lisonjas a indecentes y excesivos agravios perpetrados. El inconfundible hedor a putrefacción mana desde prácticamente todas las instituciones del Estado, mientras el emprendimiento y empleo languidecen, teniendo como música de fondo: el compadrazgo, la complicidad, la miseria, la impunidad y el hambre. La independencia tiene que ver, necesariamente, con desligarnos de terceros, para tomar nuestras propias decisiones, construir nuestras propias rutas y diseñar –en lo posible– nuestro propio destino; independencia es autodeterminación, significa hacernos responsables de
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