Publicidad
Pensaba era solo un ruido desagradable y odioso, pero de ello resultó: sabiduría, tristeza, desazones e ilusiones, ansiedades inquietantes, irritación excesiva, sensaciones diferentes… feas, mustias e incoherentes. Era mi oído derecho que, dando tregua de noche, sonaba constantemente, como un punzante reproche. Un zumbido atormentante que es una alarma constante: de mi carácter volátil, de mis afanes perpetuos, de la lucha en convicciones que procrearon resultados, y más que lograr hazañas… han parido desazones. Tres años de ruidos feos, sonidos distorsionados, intolerancia a la gente y de ratos arruinados; pero también de lecciones, de gratitud imparable, de querer huir del ruido, abrazando a la familia y pasando buenos ratos, con amigos perdurables. De apreciar lo que aún queda, de valorar lo que escucho, de reflexionar mil veces y tratar de vivir bien… aunque ya no reste mucho. Desde mi oído maltrecho, cuyo sonido resulta, como una rota bocina… charleando intensamente,
Publicidad
Publicidad