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Una de las características de estos tiempos es la falta de confianza. Según las encuestas, la gente no confía en el Gobierno, en los políticos, los periodistas, los científicos o, mucho menos, en banqueros y empresarios. Ni siquiera el Vaticano se salva de esta pérdida de confianza. En Estados Unidos, por ejemplo, la confianza de los ciudadanos en el Ejecutivo está ahora en su punto más bajo desde que se iniciaron los sondeos de opinión al respecto. Hoy el 82 por ciento de los estadounidenses no confía en que su Gobierno haga lo correcto. Esta es una tendencia mundial: la desconfianza y el escepticismo son la norma. Pero en esto hay una gran paradoja: al mismo tiempo que nuestra confianza en el Gobierno es mínima, nuestra credulidad frente a ciertos mensajes que nos llegan por Internet es máxima. Es la paradoja de la confianza. No creemos en el Gobierno ni
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