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Las repúblicas democráticas que valoran las libertades políticas necesitan de una ciudadanía responsable, bien informada, capaz de tomar buenas decisiones. Necesitan de ciudadanos con la posibilidad de ejercer juicio crítico y crear consensos. Pero en la actualidad la estructura de las redes sociales está erosionando esa posibilidad. La forma e intensidad en que consumimos información en estas redes facilita la “distorsión deliberada de la realidad para manipular creencias y emociones, con el fin de influir en la opinión pública”, la posverdad, como lo define la RAE. Nunca antes se había abierto la posibilidad de manipular tanto la opinión pública, desinformar, mentir sin consecuencias y explotar políticamente las divisiones sociales como en este momento de la historia. La distorsión es posible por el refinamiento de las principales plataformas digitales para explotar nuestras debilidades cognitivas y por nuestra propensión (adicción a veces) al consumo constante. Las posibilidades para hacer efectiva la propaganda
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