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Es imposible ser optimista con el futuro del país; la putrefacción y el hedor, no se logran ignorar, aunque uno trate. Ello preocupa, o debe preocupar –al distraído– por el escenario espeluznante que Guatemala está construyendo, para nuestros hijos y nietos. Al hablar de “Guatemala” –que dice mucho y nada– hablo de los pensantes, quienes estamos obligados, no solamente a reflexionar, sino a: evaluar, corregir, enmendar y rescatar. Trágicamente esto no ocurre, porque la mayoría de los “pensantes” han tomado partido, por la ignominia, expresada en dos bandos de una absurda pelea que no soluciona nada, sino complica las cosas, hundiendo al país –cada día un poco más– en la miseria y la inmundicia. Pero los pensantes –en su mayoría– no quieren verlo. Algunos siguen “mitificando” al presidente, pues lo distinguen, junto a diputados ominosos –inexplicablemente– como una especie de adalid de la “soberanía”; creen muchos amigos y conocidos que
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