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La vida, larga o corta, como quiera que se vea, nos la jugamos en esas decisiones que tomamos en segundos. Corría el año 73, y Fabio Pinzón Jerez, a sus 18 años recién cumplidos, ingresó a la institución militar: “como mi papá trabajaba en la Fuerza Aérea, yo le dije que me metiera al Ejército; él dijo que iba a hablar con el comandante. Total, y llegó el día, me dijo: –mirá, vámonos, ya hablé para que te den de alta en el Agrupamiento Táctico”. Y así empezó una nueva vida, entre botas a las que había que lustrar con afán, y uniformes nuevos, en aquella institución total: donde la gente está bajo control las 24 horas del día, donde todos ejercen una vigilancia constante sobre todos. Con comida escasa, castigos extremos, pero donde se forjan amistades entrañables, de esas para toda la vida. Los pelotones son un enjambre
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