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La campaña se volvió VIRAL, a través del twitter, y pasó luego a un plano más profundo con acciones específicas en muchos países. La iniciadora fue la actriz norteamericana Alyssa Milano, quien ha sido también embajadora de Unicef y es una vegetariana militante en la defensa de los animales. Milano se solidarizó con algunas otras actrices, entre estas Gwyneth Paltrow, Angelina Jolie, Rosanna Arquette y Rose McGowan, quienes denunciaron al gran empresario del cine Harvey Weinstein por acoso sexual. Este fue el principio de la gran ola Me too, literalmente “a mí también”, en las redes y medios sociales desde 15 de octubre de 2017. Y se regó por Europa y a lo largo de Estados Unidos. También en algunos países latinos como Argentina, en Canadá, en Japón y en Vietnam.
La campaña busca visibilizar la situación de las mujeres en sus centros de trabajo y en sus entornos, bajo el acoso sexual de hombres que traspasan las líneas de lo permitido, incluso con extremos como violaciones y maltratos. La expansión viral de la campaña y su conversión en declaraciones gremiales de actrices, mujeres políticas, bailarinas, cantantes, abogadas, maestras y pedagogas, deportistas, periodistas y otras profesiones ha llevado al involucramiento de personalidades femeninas muy conocidas y también de miles de mujeres que se han adherido.
En Suecia, por ejemplo, ha llevado a la renuncia de un conocido político acusado por la campaña como abusador. Es el caso del socialdemócrata Roger Mogert, obligado a dejar su alto puesto en la Municipalidad de Estocolmo. En Estados Unidos al republicano Roy Moore se le ha pedido que suspenda su campaña política para postularse como senador por el estado de Alabama. Francia ha visto ya masivas manifestaciones de rechazo al acoso y de apoyo a la campaña Me too, inclusive una protesta masiva exigiendo que Harvey Weinstein devuelva la condecoración de la Legión de Honor la cual recibió cinco años atrás.
Muy relevante resulta esta denuncia del acoso sexual, así como la necesidad de concientizar a los hombres que desde sus posiciones de poder dentro de los sistemas patriarcales ejercen abusos muchas veces sin darse cuenta sino como parte de la cultura machista imperante. Los cuales se concretizan en chistes, insinuaciones y hasta toques inconsultos del cuerpo de las mujeres. Demasiado se ha mantenido en secreto o sin reacción debido a los miedos por perder trabajos o influencias. De ahí que esta sensacional campaña Me too ha venido a romper con esos tabúes y a socializar masivamente el derecho femenino a la dignidad, al respeto y a la no discriminación de género.
En los países pobres, donde el atraso es multidimensional, este tipo de campañas pareciera no tener posibilidades. Es demasiado el peso del patriarcado, del machismo grosero y diario. Es más, en países como Guatemala donde a la par del acoso sexual sistemático y generalizado, se dan los maltratos físicos, la violencia contra la mujer que termina trágicamente y no pocas veces en los numerosos casos de femicidio. Sigue sonando el nombre de Cristina Siekavizza, para personificar un caso entre cientos o miles, cuando la impunidad es galopante y el desprecio por la vida y a la ley igual. La violencia de género no tiene límites de clase social ni étnica ni cultural. Urge prevenir más desde el Estado y sus responsabilidades de perseguir los delitos contra la mujer. Pero también debe involucrarse la sociedad civil, las personalidades de la cultura, la política y la empresa privada. Cualquiera puede ser víctima, a ti también te puede pasar o te ha pasado.
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La estimación preliminar es de una caída de 0.5 por ciento y se frenó el crecimiento.
El excongresista es señalado de cuatro delitos, aunque su proceso fue anulado por una Sala de Apelaciones.
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