Es la ciudad de Guatemala, son las 10 de la mañana de un miércoles cualquiera. Isabel espera el bus en la parada de siempre que la llevará a la universidad. Tiene 20 años, la hora y media de gimnasio de lunes a viernes ha logrado que mantenga una complexión delgada, sana y fuerte. Como su fin ese día solo es hacer un trámite rápido, no lleva más que un lapicero en el bolsillo derecho de su chaqueta. Llega el bus luego de unos quince minutos de espera. Isabel sube, paga el quetzal que a esa hora cuesta el recorrido, observa el interior y se percata de que no hay asientos disponibles. No le importa porque acaba de salir de casa, media hora de pie no harán una diferencia. La muchacha de 20 años recorre el pasillo entre los asientos. Percibe miradas de algunos hombres jóvenes que también viajan a la universidad, es una