Juan D. Oquendo / joquendo@elperiódico.com.gt – Imagine por un momento que los países son una serie de restaurantes en una gran plaza. El comedor guatemalteco es uno que cambia su carta solo cada cuatro años, una serie de veintitantos menús, unos con platos fuertes, entradas, otros con postres y bebidas entran en juego. Un menú conformado por varios platillos es elegido por los comensales de la forma más democrática posible: votando. El sistema se ha sostenido las últimas dos décadas, con sus accidentes, atrasos y varios pelos en la sopa que todos simplemente prefieren ignorar. Cuando comenzó 2015, los comensales chapines se alistaban para otra elección de platillos. El sistema igual, las propuestas casi sin variabilidad. La tendencia era elegir al que había quedado en segundo lugar la vez anterior. A fin de cuentas, el chef que proponía ese menú ya se había gastado una fortuna en campaña y