Juan D. Oquendo • joquendo@elperiodico.com.gt – Cuando mi mamá habla de mi abuela, siempre comienza por la tierra. Ella no era de aquí, en todo caso vino para acá y acá decidió quedarse. O decidieron por ella, uno nunca sabe cuando se trata del destino. Mi abuela nació en Honduras y vivió ahí hasta los veinte años. Fernanda –su nombre es así, fuerte– nunca conoció a su papá y su mamá. Ella vivió con mi tatarabuela hasta los doce años. Solía contarle a su hija, muchos años después, que solo esa época fue feliz. Era cansado ser niña –le decía mi abuela a mi mamá– me tocaba ir a traer el agua al río, y eso estaba como a unas horas de la casa. Mis hermanos no, ellos cortaban la leña ahí cerquita. Mi mamá contaba que solo podía imaginarse los piecitos de mi abuela cuando niña entre