La playa de Los Salpores en el barrio Juncayá (que significa en kaqchikel “después del río”) de Panajachel luce desierta. La pandemia de Covid-19 le dio un duro golpe que afectó los ingresos de sus pobladores. Las galeras que usaban vendedores de artesanías y comida están vacías. El viento que choca con el lago de Atitlán después del mediodía hace que las láminas oxidadas rechinen y ahuyentan a las aves que buscan alimento en las tablas viejas. Cientos de pobladores viven con la esperanza de que se reactive el turismo. En el camino de tierra, a la par del campo de fútbol que está frente a esa playa, camina con paso lento Rigoberto Mesías Tococh de 57 años. Es su primera semana de vuelta al trabajo después de estar hospitalizado por problemas de gastritis e hipertensión. Don Rigoberto empuja lentamente una carreta en la que lleva helados de nieve con