Las fronteras entre Guatemala, Honduras y El Salvador lucen tranquilas. El tránsito, en su mayoría es de transporte pesado, ya no se ven migrantes por las calles como sucedió hace un año o hace seis meses durante las caravanas, cuando miles de personas, principalmente hondureñas, decidieron emigrar en grupo y sin coyote hacia Estados Unidos (EE. UU.). Según organizaciones que albergan a migrantes y los mismos agentes de la División de Puertos, Aeropuertos y Puestos Fronterizos (Dipafront), las personas que buscan superar la pobreza, el desempleo y violencia que ofrece esta región centroamericana están cruzando por puntos ciegos. Hablar de una cantidad es difícil, ya que no se puede medir. Los migrantes ahora corren más riesgo y siguen pagando miles de dólares a los coyotes a cambio de que los lleven hacia el norte. Ana Judith Ramírez, coordinadora voluntaria de la casa del Migrante José en Chiquimula, la cual es