“Nada se veía, solo polvo se sentía en el ambiente”
Con ayuda de una retroexcavadora los pobladores no pierden la esperanza de encontrar los cuerpos de sus familiares.
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Con ayuda de una retroexcavadora los pobladores no pierden la esperanza de encontrar los cuerpos de sus familiares.
Antonio López y María Angélica Álvarez ven atentos y casi sin parpadear cómo las retroexcavadoras remueven toneladas de arena y ceniza volcánica –que aún hierven a más de 200 grados centígrados–, de las entradas de las que fueron las casas de sus familias. Ellos sufragan los gastos del combustible de la maquinaria, lo que significa aproximadamente Q200 diarios. Escasos metros los separan uno del otro; y aunque son muy distintos, un sentimiento los fortalece: remover el material volcánico para encontrar a sus familiares y sepultarlos dignamente. López recuerda que el 3 de junio todo se oscureció, “como cuando una nube tapa el sol, o peor, nada se veía”, dijo. Solo el polvo se sentía en el ambiente. Él, su esposa, sus tres hijos, su hermana y dos sobrinos se libraron de la muerte cuando hincados en grupo se cubrieron con sábanas, las cuales cambiaron tres veces mientras duró la tormenta
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