¿Cómo resume su trabajo en estos 25 años?
– Primero, por un conjunto de resultados, de éxitos y contribuciones, sobre todo en temas de derechos humanos, en educación, en aspectos multiculturales y en vinculación con la juventud. Personalmente he formado 3 millones 500 mil jóvenes alrededor del mundo, y eso quiero replicarlo en Guatemala, porque muchos de esos jóvenes que yo apoyé ahora ya son diputados, funcionarios, exitosos empresarios y aquí podemos romper las tricotomías de los adultos mayas, ladinos, garífunas, etcétera.
¿Qué proyección tiene para los próximos años?
– Hablaré de 20 años: hay una agenda a la cual darle seguimiento, pero yo quiero trabajar en dos puntos importantes para el país, uno es por los derechos humanos de los ancianos y ancianas, porque creo que es una bendición que en nuestro país existan los ancianos después de tanto sufrimiento que se vivió en las décadas pasadas. No para saber su testimonio vivo, sino para que nos den un consejo, que nos compartan su experiencia, su ciencia, y visibilizarlos en las comunidades. Muchos no tuvieron una oportunidad en este país.
El segundo punto, es continuar con el trabajo enfocado en los jóvenes, porque ese trabajo no lo haré sola, lo voy a hacer con los jóvenes, entonces hay que involucrar a la juventud en la situación actual, y esa sería una gran oportunidad para intercambiar experiencia intergeneracional.
¿Cuál ha sido el mayor desafío en su agenda para erradicar la desigualdad cultural?
– Claramente en este país existe un sistema ladino, el cual tiene controlado todo, la economía, las comunicaciones, el poder, y del otro lado hay un sistema indígena, entonces el reto es romper esa barrera que divide los dos sistemas.
Pero mientras los ladinos controlen la economía guatemalteca no va a cambiar nada, primero porque el sistema va a privilegiar siempre su cultura, va hacer lo que le importa a él y a su cultura. Cambiará algo cuando haya paridad en el poder, cuando en el Congreso haya la mitad ladina y la mitad maya, entonces cambiarán las referencias.
¿Cree que se ha avanzado?
– Sí, hace 20 años no se conocían los idiomas mayas, actualmente tenemos un gran reconocimiento a nivel mundial. Hace 20 años no se veía a las mujeres mayas con su indumentaria atendiendo un banco o en una oficina del Estado, actualmente ya vemos un gran número de mujeres mayas ejerciendo actividades de toda índole.
¿Y cómo se ha logrado?
– No es gracias a la voluntad política, es gracias a la tenacidad con que estas mujeres y los jóvenes irrumpieron los espacios.
¿Qué opina sobre la discusión de la justicia ancestral?
– Los derechos indígenas tienen dos vías, y yo apelo a la primera que es el ejercicio de los derechos. Yo le digo a cada indígena de este país que haga ejercer sus derechos y no se quede callado, que ejerza su autoridad y su liderazgo, porque solo eso va a hacer un verdadero cambio constitucional, de lo contrario solo será una discusión, una disputa con ofensas, algo como una diversión para los señores que tienen que legislar.
¿Volverá a la política?
– Con una candidatura a nivel popular no lo tengo contemplado en este momento, aunque yo apoyo a Winaq porque soy su fundadora, y no es posible que haga una cosa y la deje allí, pero ser candidata definitivamente ya no.
¿Le dejó una mala experiencia?
– No, al contrario. Fueron hermosas experiencias, se imagina hacer un partido a pie, recorrer las comunidades, tener 60 mil afiliados con los que tuve la oportunidad de hablar e involucrarlos eso es un honor, una maestría de vida.

Búsqueda continua de la paz
El Encuentro de Jóvenes por la Paz, organizado por la Fundación Rigoberta Menchú y por Peacejam, reunió a jóvenes emprendedores de San Marcos, Quetzaltenango, Sololá, Quiché, Chimaltenango, Guatemala, Alta y Baja Verapaz. Durante tres días en el Centro Mariápolis, trabajaron en 11 proyectos que serán impulsados en sus comunidades.