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Mi única pretensión en la confección de estos retratos hablados de los tres candidatos con posibilidades de llegar a la presidencia –al Guacamolón como solemos decir los guatemaltecos– y una candidota sin chance, pero al frente del pelotón de los sin chance alguno, es presentar mi apreciación personal sobre cada uno de ellos y ellas, con base a evidencias irrefutables, pero también, debo reconocer, a juicios subjetivos, a percepciones personales, a pasiones inevitables, pues a todos y a sus respectivos titiriteros los he observado y sufrido; me han oprimido y provocado decepciones y frustraciones, fundamentalmente porque representan de manera emblemática a la cleptocracia que por décadas nos ha abusado y tratado con vulgar desdén; se han enriquecido a nuestras costillas y financiado sus excesos y extravagancias con nuestro dinero; nos han envilecido con su insaciable y voraz corrupción, y en sus manos no hemos pasado de ser miserables rebaños impotentes
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