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A veces, cuando la guerra hace que las paredes de su clínica psiquiátrica del noroeste de Kiev se tambaleen, Oksana se esconde para llorar. Después, esta enfermera se repone, se obliga a sonreír y retoma su trabajo: garantizar a los internos que en Ucrania «todo va bien». «La primera vez fue tan fuerte que nos tuvimos que sentar. Desde entonces, ya nos hemos acostumbrado y esperamos solamente que los misiles no se crucen en nuestro camino», dice Viktor Jouravski, director de este centro especial para hombres. Sus pequeños ojos delatan la noche de bombardeos que acaba de vivir. «Las explosiones…
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