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Están «disparando tan fuertes como en 2015», comenta Anna Velishko, 39 años, al asomarse a la ventana del apartamento donde vive, en el noveno piso de un edifico casi en ruinas de Avdlivka, una localidad del este de Ucrania. Desde su vivienda, Velishko domina la línea del frente del conflicto y tiene una vista clara de Donetsk, «capital» de uno de los dos territorios separatistas prorrusos en el este de Ucrania que Rusia reconoce. El edificio fue muy dañado al inicio de la guerra entre los rebeldes prorrusos y el ejército ucraniano en el este de Ucrania en abril de 2014. En 2015, segundo año del conflicto, decenas de personas morían a diario. En febrero de 2022, por el momento, según el gobierno ucraniano, hay muy pocas víctimas: tres muertos, dos militares y un civil. Anna Velishko está furiosa tanto con el presidente ruso, Vladimir Putin, como con el gobernante
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