El 15 de septiembre de 2001 a las siete de la mañana Lucelly Gil se adentró en el inmenso nubarrón de polvo tóxico que dejó el derrumbe de las Torres Gemelas en Nueva York. A partir de ese momento recogería allí escombros hasta 12 horas por día, cada día, durante seis meses. Hoy, casi dos décadas después, esta colombiana de 65 años sin papeles vive con las secuelas de ese trabajo: es sobreviviente de cáncer de mama —uno de los más frecuentes en las mujeres que estuvieron en el sitio de los atentados—, tiene un brazo inutilizado que le provoca…