Nativo de Filadelfia, entonces residente de Chicago, no pudo evitar pensar: “¡Cada vez que vengo a esta ciudad pasa algo!”.
Regresó a las escaleras y se topó con un colega, un “gigante” exjugador de fútbol americano, Ludwig Picarro, que quiso ir al baño. No sobrevivió.
En el piso 78, una colega le gritó que se tomara con ella el ascensor exprés, para bajar más rápido.
Pero este corredor de seguros sabía que hay que evitar el ascensor en caso de incendio. Y se abalanzó por la escalera, “la mejor decisión de mi vida”.
“En algún momento entre el piso 74 y 75” la caja de la escalera “comienza a oscilar violentamente, los pasamanos se desprenden de la pared, los escalones ondulan bajo nuestros pies como olas en un océano, sentimos una pared de calor, olemos combustible”, recuerda.
Otro avión acababa de estrellarse contra su torre, justo por encima de ellos, entre los pisos 77 y 82.