Cuando el arte cambia la vida de un barrio
Comunidad se organiza para elaborar el mural más grande del mundo.
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Comunidad se organiza para elaborar el mural más grande del mundo.
Hasta hace poco, el barrio Palmitas de la ciudad mexicana de Pachuca (centro) tenía mala reputación por ser escenario de batallas a muerte entre pandillas.
Pero ahora la inseguridad ha disminuido considerablemente y está en el centro de atención por un proyecto artístico que pintó de llamativos colores todas sus casas.
Ya casi no es peligroso caminar entre sus calles y laderas empinadas desde que Germen Crew, un grupo de artistas mexicanos, ha construido un gran mural coloreando las fachadas de todas las modestas casas con la ayuda de los lugareños.
Pintadas con todos los colores del arcoíris, las viviendas dibujan una enorme ola de alegría que enorgullece a sus habitantes y les ha abierto nuevos horizontes.
Casi 20 mil m2 de muros grises fueron repintados, incluyendo 202 casas en las que habitan 452 familias.
Iniciado en 2012, este proyecto tiene la finalidad de reducir la criminalidad en la zona y reconstruir el tejido social a través del arte.
El mural tuvo un costo de cinco millones de pesos (US$310 mil) y fue financiado por el Gobierno, que contrató a 20 artistas. “Queríamos involucrar a la población desde el principio”, explica Ana Estefanía García, secretaria de Planeación y Evaluación de Pachuca. Entre los muralistas también hay integrantes de pandillas.
El primer paso fue ganarse el interés de los dueños de las casas en el proyecto, para que aceptaran que se pintaran sus casas. A la par, las calles de la localidad se limpiaron, se removieron los autos destrozados, se mejoró la iluminación y se instalaron ocho cámaras de seguridad.
Después comenzó a pintarse el enorme mural, retomando una tradición mexicana que ha tenido como uno de sus máximos exponentes al muralista mexicano Diego Rivera (1886-1957), esposo de la pintora Frida Kahlo (1907-1954).
El embellecimiento de Palmitas derivó en la caída de la criminalidad en un 35 por ciento en tres años y comenzó a cambiar las relaciones entre sus habitantes.
“Sí ayuda mucho el arte. Los colores cambian mucho el ánimo de las personas porque el color gris los mete a una monotonía”, comenta Roberto Robles, integrante de Germen Crew.
Las pandillas de la zona “siguen existiendo” pero “hoy tienen una visión diferente: comen, pintan y conviven juntos. No son mejores amigos, pero hoy saben que pueden trabajar por cuidar su comunidad”, añade García.
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