“Este no es un libro que hable sobre cuestiones cosmogónicas, ni que explore estas vertientes”, aclara Villalobos. Afirma que, más bien, utiliza la figura de la deidad para acercarse a otro hecho que también le ha intrigado. “Me parece que Mesoamérica es una región muy hermosa y ha sido siempre tocada por la muerte y la desgracia”. Añade que en su libro hay una especie de “reflexión sobre cómo la muerte nos ha tocado de maneras muy profundas a lo largo de la historia: La conquista, las pestes, la guerra. Como la muerte se ha ensañado”, asegura.
En los versos que componen la obra Eduardo muestra otras muchas maneras de desolación y autodestrucción. “La tristeza, el exilio, el alcoholismo”, enumera el poeta, quien se refiere tanto a circunstancias tanto en el plano colectivo como en el íntimo.
El libro, según su autor, tiene esa cercanía con la figura de la muerte y la autodestrucción. “No solamente la que nos imponemos nosotros los seres humanos sino también las que las circunstancias históricas, sociales y abandono de nuestra región, también nos imponen”, dice.