Dos novelas reveladoras
Viaje al centro de los librros.
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Viaje al centro de los librros.
La literatura del siglo XXI está derivando en obras extraordinarias que nos demuestran como desde dimensiones muy diferentes es posible explorar la condición humana de manera reveladora. En el 2017 salió a luz en México la novela ‘Temporada de huracanes’, de la escritora Fernanda Melchor (Veracruz, 1982), que es una obra espeluznante, dura, violenta, representando la situación de jóvenes en la marginalidad de la provincia, envueltos en la fantasía de los celulares, el consumo y tráfico de drogas, las experiencias sexuales crudas e inhumanas, donde la vida de las familias fragmentadas, disueltas y extremadamente anormales (si existe algo como la normalidad) abruma con la desesperanza, rabia de la autora, que en la forma demuestra que es posible abordar el esperpento con ternura. Porque su novela es irreverente, sintoniza con las películas de los chicuarotes o colombianos que migran hacia el Norte, viviendo en ambientes hostiles, de pobreza y limitación, soñando con riquezas, celulares y viviendo noches de fuga con drogas para soportar y continuar sin sentido. La obra es fuerte, pero en medio de la bruma de dolor se respira la vida, el tiempo y queda cierta sensación de esperanza en la familia, porque no se destruye con su ausencia sino denota su importancia, porque “lo oscuro no dura para siempre”. Una obra estremecedora, para almas inquietas, que se quieran dejar ir por un resbaladero estremecedor. Una obra singular y un verdadero gancho al hígado.
Y en el 2019 apareció en España la novela ‘Lluvia fina’, de Luis Landero (Badajoz, 1948), un autor ya maduro, reconocido, pero que con esta obra reventó las fronteras de lo visible e invisible y se ha soltado del pelotón para ponerse a la cabeza de los autores de la Península. Con un tono diferente y con gran fineza, con un lenguaje delicado, sabio, absorbente, con dominio absoluto del lenguaje, introduce en la forma tradicional la libertad del diálogo cruzado entre integrantes de una familia común, de clase media, que ante el advenimiento de los 80 años de la madre, están preparando una celebración, juntos las dos hijas y el hijo, para conmemorar y reencontrarse, revolviendo en los preparativos todos los resentimientos existentes, los odios entre hermanos y hacia la madre, los celos, las pasiones, los sueños rotos, creando el mismo clima de angustia que logra la autora mexicana en el extremo de la pobreza y el abandono. Dice Landero: “¿Para qué tanto agitarse si al final el edificio entero de la existencia se vendría abajo en un instante?”.
Sea una realidad concreta u otra, el enredo es el mismo, el resentimiento y el dolor, ya sea con sangre, manchas y drogas en un caso, o en medio de la tranquilidad del hogar urbano común y corriente, porque en la vida sin o con privilegios populares generosos, igual se sufre.
Dos grandes novelas que están agitando los dos lados del Atlántico con igual fuerza literaria, uno desde la incorrección y otro desde la corrección social, uno desde el descara y el otro abriendo la puerta de la intimidad. Dos grandes aciertos para el lector que busca sorpresas y asombro. ¡Salud!
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