Un encuentro con Augusto Monterroso
Méndez Vides recuerda a Tito Monterroso por medio de una anécdota que tiene un poco de todo: México, escritores, comida, bebida y literatura.
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Méndez Vides recuerda a Tito Monterroso por medio de una anécdota que tiene un poco de todo: México, escritores, comida, bebida y literatura.
En 1977 visité en el entonces Distrito Federal a Augusto Monterroso, en una ocasión formidable que guardo en la memoria con especial agrado. Recuerdo que llamé a la puerta de su departamento ocultando la timidez, y fue su joven y bella esposa, Bárbara Jacobs, quien me invitó a pasar adelante e incorporó a la tertulia con un grupo de admiradores chapines presentes, entre quienes estaba Arturo Arias. El autor de la Oveja negra y del Dinosaurio se mostró ávido por saber de Guatemala, pero nosotros queríamos saber de él, de lo que estaba escribiendo, de lo que tenía en mente. Dijo poco, nos observaba y sonreía cuando proferíamos algún comentario provinciano o ingenuo. Confesó, en un momento de locuacidad, que él tomaba la escritura con mucha prudencia, como dudando siempre de su aparente condición natural, porque los peces no deciden serlo, y de poder quizá hubieran elegido ser arañas. –
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