Se trata de una novela sobre el descubrimiento del propio cuerpo, sobre la educación que heredamos, pero también sobre la que no recibimos: «La educación de Catalina, como la de tantas mujeres de diferentes generaciones, está construida en gran medida a golpe de restricciones, de prohibiciones por su bien, y que lleva aparejada la aceptación de una violencia que no se cuestiona y unos riesgos inherentes a ser mujer de los que no se puede escapar.
La educación física plantea asimismo un recorrido por los años noventa, en un país marcado por el optimismo económico y también el pánico social, un período que fueron unos años-bisagra entre la actual ola de feminismo y un pasado marcado por el machismo.
En una vuelta de tuerca evidente a La educación sentimental de Flaubert, centrada en los pensamientos y obsesiones de un joven y retrato generacional en el París decimonónico, La educación física, según el jurado, se vale de una estructura original para transmitir un efecto parecido: La acción se desarrolla en cuatro horas, durante las cuales Catalina debe hacer un trayecto en autostop de apenas veinte minutos, si bien le permite ir adelante y atrás en el tiempo, reviviendo diversos episodios de su vida.
Villajos asegura que no es tan osada como para hacerle un guiño a Flaubert y en ningún momento pensó en el contenido de su novela, pero «sí en el título y en la etiqueta sentimental y emocional que se nos ha colocado culturalmente a las mujeres».
«Se habla mucho -continúa- de la poca educación emocional que tienen los hombres y vemos que están intentando al menos poner remedio a eso, pero apenas se habla de la educación corporal de las mujeres y quería saber de dónde procedía todo ese pudor y toda esa ignorancia».
Para la ganadora del premio, «la escritura es un ajuste de cuentas con el pasado, una forma de despegarme de lo que me hace daño, en este caso, del rencor acumulado no solo hacia los hombres a los que consideraba a la vez un obstáculo y el objetivo de mi bienestar, sino también hacia mí misma por haberlos puesto en el centro».
La novela, dice, podría haberse titulado El rencor, pero una vez que se ha desprendido de la presión de la mirada de un hombre por encima del hombro, fuera su padre, su novio o el amo de turno, siente que de esta novela «salgo mejor».