Los hermanos Valdés
Viaje al centro de los libros.
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Viaje al centro de los libros.
En Guate, la gente es dada a guardar en privado sus propias experiencias. Escribir libros de memorias no era un tema común como en otras culturas e idiomas, por ese sentido del pudor, pero los acontecimientos vividos el último medio siglo ha cambiado la actitud, y cada vez es más frecuente que figuras públicas escriban sus historias, y en la última década aumentó esa pasión por un sentido de tener voz propia, de que se escuche su experiencia lejos de las liviandades de las redes sociales que desde el anonimato despedazan reputaciones o se desviven por exhibir inmoralidades. Primero fueron los políticos, luego los individuos con carreras llamativas, y ahora están apareciendo las historias de quienes fueron arrastrados por circunstancias imprevistas, como víctimas, mientras los historiadores, cronistas y la literatura se encarga de rescatar del olvido a quienes quedaron en la sombra y no pudieron hablar.
Entre tantos textos apasionantes sobre los hechos recientes han surgido variedad de libros y crónicas, y este fin de semana me sumergí en una que atrapa, que uno desearía se hubiera extendido en tal o tal aspecto que se da por entendido cuando la memoria es breve y no todos conocen a todos, la historia de los hermanos Valdés, escrita por el sobreviviente de la odisea, Francisco, con la ayuda del escritor Ángel López Santizo, titulada: ‘Sin tiempo para detener el tiempo’.
Los hermanos Valdés resultaron involucrados en el famoso caso Rosenberg, que ya produjo novelas, documentales e inmensa cantidad de materiales, que se inició con un video advirtiendo que si algo le sucedía a Rodrigo Rosenberg, en persona, acusaba al gobierno del presidente Álvaro Colom de culpable. El video quedó grabado y se reveló inmediatamente después de su asesinato, cuando se ejercitaba en bicicleta como una persona común y corriente. El estallido político fue inmenso, hubo manifestaciones espontáneas (una práctica para lo que varios años después fue la plaza) y el mandatario respondió trayendo del interior buses cargados de campesinos que juraban, a saber cómo, que él era inocente. La mediatización del caso fue notable, y el gobierno hubiera caído de no ser por la presentación televisada del entonces comisionado de la CICIG, el español Carlos Castresana, que como mago deslumbró a la población con una historia increíble que calmó la crisis. Rosenberg se había mandado a matar a sí mismo.
La investigación y seguimiento ulterior del caso implicó a los hermanos Valdés, amigos carnales y parientes del suicida, y su historia está contada en este libro. La obra no resuelve el caso. En realidad, no es esa su importancia, sino contar las aventuras, dolores, humillaciones en las que se vieron expuestos hasta un final conocido por todos, que implicó la muerte del hermano menor, el que padecía de salud, y la liberación después de muchos años de cárcel del mayor.
La primera parte es introductoria, pero lo fascinante inicia con el pasaje de la selva, esos meses escondidos en la montaña donde vivieron la llegada de la tormenta ‘Agatha’, a salto de mata, como desterrados, hasta que negociaron con la CICIG su entrega.
Luego sigue la parte de la cárcel, que es imperdible, porque cuentan cómo se maneja la infiltración de orejas, las propuestas para ser testigos protegidos, la seguridad, los privilegios, y la llegada a su celda de figuras relevantes como Alfonso Portillo, a quien presentan como sabio, educado y poderoso, que fue su compañero de celda hasta que es extraditado, casi como en un pasaje de las historias colombianas.
Por la cárcel pasa el actual Presidente, y Salam, y llegan los soldados apresados por el caso del enfrentamiento en la carretera contra manifestantes en Totonicapán, y un largo etcétera.
La historia plantea el punto de vista de un actor que sufrió persecución, cárcel, sacrificios, muerte de su hermano, por un hecho circunstancial provocado por un amigo que aparentemente se mató y se paseó en ellos, y que fue perseguido por una institución que creyó que al castigar a los hermanos Valdés castigaba a la clase oligárquica que tampoco los aceptaba como parte suya, aunque tuvieran gran poder económico. El libro hace sentir que independientemente de los hechos, ellos pagaron los platos rotos y al final el tiempo lo resolvió todo, con la muerte y la liberación, pero ya nadie quita lo sufrido, que como en una novela de aventuras se describe con detalle en este libro documento de publicación reciente, pero que, según dice a la mitad, empezó a escribirse desde que estaban en la prisión y veían que los medios solo contaban el punto de visto de los acusadores, nacional e internacionalmente, salvo breves excepciones.
Un libro testimonial al que seguramente seguirán otros muchos, y está en las librerías al alcance de quienes quieran leer la opinión de las partes para sacar sus propias conclusiones. En los tiempos de las redes sociales, son los libros los que nos devuelven la opción de saber más sobre los hechos reales.
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