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¡Lina! Leí el nombre tatuado en su cuello y suspiré. Me soné la nariz y dejé de llorar. Tomé otro pañuelo de mi bolsa y empecé a limpiarle la cara y el pelo. Cubrí su pecho descubierto con una bolsa plástica. Mama, ¿por qué esta señora está desnuda? Callate, mija. Pero, ¿por qué le pusieron tantos talcos encima? No son talcos, amor. Andate de aquí, por favor. Llevate a tu hermana, comprale un helado, tené este billete…, y no te vayás muy lejos. Mamá salía a planchar a diferentes casas desde hacía muchos años. Ya la conocían e incluso, en…
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